El perfil del tiempo
Autor:
Guillermo Ceniceros
Técnica: Acrílico/Fibra de vidrio
Superficie en M2: 1000
Estación:
Copilco, Línea 3
La obra cubre los dos andenes, con cinco muros de cada lado y ocho cubos de escalera.
El muro principal, en el que se puede ver a Cuauhtémoc y herramientas rudimentarias, está dedicado a los augurios y al presagio de que llegaban cosas terribles. En el derecho, se ve un Quetzalcóatl transparente, a manera de fantasma; y en el izquierdo, al brujo mayor, Tezcatlipoca, quien difundía los augurios: El hecho de que “hirvieran” las aguas de la laguna; la aparición de un cometa; el incendio del adoratorio de Huitzilopochtli, sin causa alguna; y la aparición de un animal de la familia de las grullas, que tenía un espejo encima de su cabeza, en el que Moctezuma pudo ver la llegada de objetos muy raros que flotaban. Estos augurios estaban encaminados a hacer pensar que era Quetzalcóatl el que regresaba, quizá en la persona de Topilízin, que fue uno de los dirigentes de Tula.
En el muro de enfrente está Hernán Cortés, quien aparece con algunos cañones, rifles, lanzas y perros feroces; además de caballos y, por supuesto, los barcos. Esta parte del mural expresa los preparativos para realizar el viaje que lo traería a la tierra nueva.
Cuauhtémoc y Cortés son los dos personajes que marcan la pauta de la temática. Con ambos, cambió el rumbo de dos continentes.
Los muros de un andén están dedicados a América; mientras que los del otro, a Europa, Asia, África y Oceanía.
De lado americano inicia con un fragmento de la pintura rupestre de las cuevas de Palmarito, en Baja California Sur. Luego siguen varias figuras del preclásico de México, halladas en: Copilco, el Arbolillo, Zacatenco y Cuicuilco. Después está la cultura Olmeca, representada por una cabeza de piedra; la Teotihuacana, por la dualidad Quetzalcóatl adolescente; la Totonaca, representada por la cabeza de un atlante.
En el primer cubo, a la derecha, vemos la reproducción de una obra esgrafiada en el hueso de un jaguar. Se trata del nacimiento de Quetzalcóatl. En el centro, se encuentra la imagen de un mural de Bonampak; está frente a un mural egipcio, y se relacionan por la vocación de ambos pueblos de plasmar aspectos de su vida cotidiana.
En el siguiente muro se ven tres piezas: un pectoral de oro, que simboliza a Mictlantecutli, dios de la muerte para los Mixtecos; un escriba zapoteco y el dios murciélago. Después esta la cultura de Occidente, representada por piezas de Colima, Guerrero, Guanajuato, Michoacán y Honduras.
En el segundo cubo aparece el mural de Cacaxtla, de la cultura Olmea-Xicalanca, de reciente descubrimiento.
Después del mural de Tenochtitlán, está lo que sería la cintura de América, representada por un textil de los cunas de Panamá.
En el muro que sigue, vemos la estilización de un sol, que está en el museo del oro de Ecuador. En este mismo muro se encuentran piezas representativas de los aborígenes de los Estados Unidos, Canadá y Alaska.
En el siguiente cubo está una obra de Roberto Mata, pintor chileno: uno de los artistas latinoamericanos más destacados y conocidos mundialmente. Mata es, de cierta manera, nuestro “Picasso” de América.
En el último muro del lado americano, están representados varios artistas: Joaquín Torres García, el constructivista más importante de Sudamérica; Wilfredo Lam, de origen entre chino y cubano; Saturnino Hernán; José Guadalupe Posada; Carlos Medina; José Clemente Orozco; Diego Rivera, con un fragmento del mural de la Alameda; Siqueiros con un fragmento del mural de Hospital de la Raza; y Rufino Tamayo.
Enfrente están: Picasso, el pintor más importante de este siglo, acompañado por un fragmento de su obra: “Guernica”; Henry Moore, escultor inglés que vino a México para aprender Rodín, con su obra: “La Eternidad”; Cezanne con “Los Bañistas”; Pedro Brueghel; Jerónimo Bosch – El Bosco-, creador del surrealismo; Miguel Ángel, con un fragmento de la “Capilla Sixtina”; y Leonardo Da Vinci, con su obra máxima: “La Gioconda”, y su estudio del interior del cuerpo, que puede verse en el cubo contiguo.
También aparece el mapa de Toscanelli que, se supone, orientó los viajes de Cristóbal Colón.
El muro que sigue es el de los navegantes y de algunos cartógrafos y astrónomos, como Ptolomeo. También se puede ver a: Enrique, El Navegante de Portugal; Mateo Nicolás y Marco Polo; Juan Sebastián Caboto; Vasco de Gama; y los Hermanos Pinzon. Junto a Cristóbal Colón hay un mapamundi que ocupa un espacio fundamental: es el tributo al planeta –Tierra –Vespucio; Juan Sebastián Elcano. También aparecen: Vitus Bering, Enrique Hudson, Alejandro Mlaspina y algunos más.
En el cubo que sigue aparece la reproducción de un pequeño relieve Asirio del siglo VII a.c.
Después del muro se pueden apreciar piezas representativas del arte de África, Cambodia y Grecia; de la India, el dios un emperador y su caballo. Y de Egipto, dos cabezas de los colosos del templo de Ramses II. En esta parte del mural aparecen las culturas más importantes que florecieron en la márgenes de los ríos.
Finalmente, vemos un mural dedicado a Egipto, en el que aparecen: los lanceros del Palacio de Susa, las figuras el cofre de Ur, un fetiche de Bulgaria y tres Venus arcaicas; y las pinturas rupestres de Francia y España.
“Si bien la estación Copilco del Metro no es un museo, se convirtió en un lugar de musas… Desde que estaba haciendo el mural de la estación Tacubaya, es decir, desde 1986, ya pensaba en hacer algo en la estación Copilco, por que es enorme y, por lo mismo, impresionante y porque se presta la preocupación fundamental fue mostrar la obra de los demás, antes que mi propia pintura.”
Guillermo Ceniceros
La técnica es acrílico sobre una cama de fibra de vidrio, cuya ventaja es que se puede restaurar.
Acerca del autor
Guillermo Ceniceros nace en Durango, el 7 de mayo de 1939. En 1958 se gradúa de la escuela de Artes de la Universidad de Nuevo León. Colabora con el pintor y muralista David Alfaro Siqueiros en siete de sus murales más importantes, entre ellos, el magno proyecto del Polyfórum Cultural. Ceniceros crea la mayoría de sus herramientas de trabajo. Amante de la literatura y la poesía tiene un profundo interés en el lenguaje castellano, su amigo Juan Rulfo, alguna vez dijo que los paisajes de Ceniceros, áridos y vacíos, eran como se imaginaba el mundo lírico de Pedro Páramo.
Ceniceros ha creado murales en México, Estados Unidos y Canadá. Y su obra forma parte de las colecciones públicas y privadas en Chile, Yugoslavia y México. En la actualidad reside en la Ciudad de México y está casado con la artista mexicana Esther González.
En 1969 ganó el Premio Nacional de Pintura, SEP. Y en 1999 fue el único mexicano nominado al concurso de Arte Mundial por sus murales en el Sistema de Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México.